La castración química de la hembra tiene por principal objetivo controlar el celo aplazándolo durante un período más o menos largo. Se le pueden administrar hormonas para retrasar el celo o eliminar el ciclo de celo natural. Por consiguiente, la perra no podrá quedarse encinta durante este período.
El primer tratamiento se administra durante el anestro (el período entre celos) y preferentemente después del segundo celo. Un tratamiento hormonal a largo plazo puede presentar el riesgo de que la perra desarrolle patologías como la piometra y/o tumores de mama (en función del compuesto administrado). La castración química, a diferencia de la quirúrgica, es un proceso reversible. Por lo tanto, la perra podrá utilizarse para la cría una vez finalizada una castración.